nancy Z
2013-01-24 14:36:41 UTC
Jueves 24 de enero de 2013
Editorial
Dos maneras de hundir un buque de guerra
Recuperado de un brutal ataque montonero hace más de tres décadas,
la desidia y el abandono hicieron tocar fondo al destructor Santísima
Trinidad
-=-=-=-=
Fruto de la desidia, triste final para el SantÃsima
Trinidad. Foto: ArchivoÂ
El buque destructor SantÃsima Trinidad terminó de tocar fondo
en la Base Naval de Puerto Belgrano sin que aparentemente nada se haya
podido o convenido hacer para evitarlo. En realidad, y a pesar de ser un
buque de una antigÃŒedad menor que la del resto de la flota, fue
retirado de su uso activo hace catorce años y ha sido canibalizado
desde entonces. Su abandono produjo la averÃa que hoy ocasiona su
colapso. Cuando fue terminada su construcción, en 1981, se
conceptuaba como un buque misilÃstico de última
generación. Hay algo más que un supuesto de obsolescencia
técnica y necesario reemplazo para que el SantÃsima Trinidad
se encuentre hoy en esta triste situación.
Su suerte, por otro lado, no parece ser distinta de la de muchos otros
buques de la Armada Argentina que descansan en apostaderos o sufren
desperfectos en aguas de otros paÃses.
La capacidad operativa de la fuerza está diezmada después de
años de insuficiencia de mantenimiento e inversiones. Y no es
éste un problema exclusivo de la Marina, sino también del
Ejército y de la Fuerza Aérea. Sin que en ningún momento
haya habido explÃcitamente un programa de desarme, la Argentina lo
ha producido unilateralmente sin ningún tipo de negociación
con los paÃses de la región. Antes bien, tanto Chile como
Brasil han instrumentado y sostenido en los últimos años
programas de equipamiento y modernización de sus fuerzas armadas.
Más que la ausencia de definiciones estratégicas oficiales en
las relaciones internacionales y regionales, lo que ha ocurrido en esta
oportunidad, en realidad, es consecuencia de un antagonismo
ideológico frente a las Fuerzas Armadas. Ese antagonismo ha estado
presente con mayor o menor intensidad en los gobiernos constitucionales
desde 1983 y ha alcanzado su clÃmax en la gestión kirchnerista
con el acceso a puestos clave de gobierno de personas que actuaron en
las organizaciones armadas en la década del setenta. Claramente, se
han acentuado en estos últimos años los recortes
presupuestarios y la degradación jerárquica dentro de las
fuerzas, al mismo tiempo que se emprendió una amplia
persecución judicial por los excesos de la represión ilegal.
AsÃ, el hundimiento del destructor forma parte de un proceso de
desguace fÃsico que acompaña al de la degradación
organizativa. Pero el caso del SantÃsima Trinidad presenta una
peculiaridad. El 22 de agosto de 1975, los montoneros lo hundieron
mediante un explosivo cuando ya habÃa sido botado y estaba en
alistamiento en los muelles del astillero RÃo Santiago. Fue una
operación terrorista de comandos entrenados en tareas bajo agua. La
nave pudo ser reflotada y, con un alto costo y demoras adicionales, fue
terminada en 1981. Su primera misión tuvo lugar en la Guerra de
Malvinas, el 2 de abril de 1982.
PodrÃa decirse que por uno u otro camino el destructor
SantÃsima Trinidad fue hundido dos veces en su historia. Es un caso
único de destrucción de equipamiento militar sólo
utilizable para la defensa nacional, y que, además, eso no haya
ocurrido en batalla sino por la acción o la inacción
deliberada de un gobierno en el que su propio ministro de Defensa,
Arturo Puricelli, navega hoy entre las hipótesis del sabotaje y de
la negligencia, tan disÃmiles entre sÃ. Tal vez por ello,
Puricelli dijo que se le cae la cara de vergÃŒenza ante el
hundimiento del buque..
últimas notas de Opinión
http://www.lanacion.com.arOpinión
00:18
24 ENE
Editorial
Dos maneras de hundir un buque de guerra
Recuperado de un brutal ataque montonero hace más de tres décadas,
la desidia y el abandono hicieron tocar fondo al destructor Santísima
Trinidad
-=-=-=-=
Fruto de la desidia, triste final para el SantÃsima
Trinidad. Foto: ArchivoÂ
El buque destructor SantÃsima Trinidad terminó de tocar fondo
en la Base Naval de Puerto Belgrano sin que aparentemente nada se haya
podido o convenido hacer para evitarlo. En realidad, y a pesar de ser un
buque de una antigÃŒedad menor que la del resto de la flota, fue
retirado de su uso activo hace catorce años y ha sido canibalizado
desde entonces. Su abandono produjo la averÃa que hoy ocasiona su
colapso. Cuando fue terminada su construcción, en 1981, se
conceptuaba como un buque misilÃstico de última
generación. Hay algo más que un supuesto de obsolescencia
técnica y necesario reemplazo para que el SantÃsima Trinidad
se encuentre hoy en esta triste situación.
Su suerte, por otro lado, no parece ser distinta de la de muchos otros
buques de la Armada Argentina que descansan en apostaderos o sufren
desperfectos en aguas de otros paÃses.
La capacidad operativa de la fuerza está diezmada después de
años de insuficiencia de mantenimiento e inversiones. Y no es
éste un problema exclusivo de la Marina, sino también del
Ejército y de la Fuerza Aérea. Sin que en ningún momento
haya habido explÃcitamente un programa de desarme, la Argentina lo
ha producido unilateralmente sin ningún tipo de negociación
con los paÃses de la región. Antes bien, tanto Chile como
Brasil han instrumentado y sostenido en los últimos años
programas de equipamiento y modernización de sus fuerzas armadas.
Más que la ausencia de definiciones estratégicas oficiales en
las relaciones internacionales y regionales, lo que ha ocurrido en esta
oportunidad, en realidad, es consecuencia de un antagonismo
ideológico frente a las Fuerzas Armadas. Ese antagonismo ha estado
presente con mayor o menor intensidad en los gobiernos constitucionales
desde 1983 y ha alcanzado su clÃmax en la gestión kirchnerista
con el acceso a puestos clave de gobierno de personas que actuaron en
las organizaciones armadas en la década del setenta. Claramente, se
han acentuado en estos últimos años los recortes
presupuestarios y la degradación jerárquica dentro de las
fuerzas, al mismo tiempo que se emprendió una amplia
persecución judicial por los excesos de la represión ilegal.
AsÃ, el hundimiento del destructor forma parte de un proceso de
desguace fÃsico que acompaña al de la degradación
organizativa. Pero el caso del SantÃsima Trinidad presenta una
peculiaridad. El 22 de agosto de 1975, los montoneros lo hundieron
mediante un explosivo cuando ya habÃa sido botado y estaba en
alistamiento en los muelles del astillero RÃo Santiago. Fue una
operación terrorista de comandos entrenados en tareas bajo agua. La
nave pudo ser reflotada y, con un alto costo y demoras adicionales, fue
terminada en 1981. Su primera misión tuvo lugar en la Guerra de
Malvinas, el 2 de abril de 1982.
PodrÃa decirse que por uno u otro camino el destructor
SantÃsima Trinidad fue hundido dos veces en su historia. Es un caso
único de destrucción de equipamiento militar sólo
utilizable para la defensa nacional, y que, además, eso no haya
ocurrido en batalla sino por la acción o la inacción
deliberada de un gobierno en el que su propio ministro de Defensa,
Arturo Puricelli, navega hoy entre las hipótesis del sabotaje y de
la negligencia, tan disÃmiles entre sÃ. Tal vez por ello,
Puricelli dijo que se le cae la cara de vergÃŒenza ante el
hundimiento del buque..
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00:18
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