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GOLPE DE ESTADO AL PODER JUDICIAL...POR UNA MONTONERA ENFERMA..
(demasiado antiguo para responder)
Petry
2013-04-14 19:28:04 UTC
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Avance sobre la Justicia
Domingo 14 de abril de 2013
Golpe de Estado al Poder Judicial

Por Joaquín Morales Solá 
LA NACION
**
La eliminación de uno de los tres poderes constitucionales
sólo se puede hacer mediante un golpe de Estado. Es lo que se ha
propuesto Cristina Kirchner con su llamada "reforma judicial" que, si
prosperara, destruiría al Poder Judicial. La Presidenta ya no tiene
retorno posible. Ha elegido un camino de radicalización sólo
comparable con los procesos revolucionarios de Venezuela y Ecuador.
Hemos hecho mucho, pero nos falta un poco para terminar el gran cambio,
le dijo hace poco a un interlocutor el decisivo secretario de Legal y
Técnica, Carlos Zannini. No adelantó que el "gran cambio"
significaría terminar con los jueces.
Menos prudente, el viceministro de Justicia, el camporista Julián
Ãlvarez, describió en el Senado los cambios judiciales como "una
revolución para 100 años". Sólo comparable con la "revolución de
los 1000 años" que prometió el nacionalsocialismo de Hitler. Los
fanatismos de cualquier signo aspiran siempre a la eternidad. Ãlvarez
es socio del también camporista Eduardo "Wado" de Pedro en un estudio
jurídico. Zannini y De Pedro son los autores intelectuales y los
escribidores precisos de la reforma judicial. De Pedro y Andrés
"Cuervo" Larroque comparten la jefatura de La Cámpora. De Pedro es el
jefe de gestión de esa organización y Larroque es el jefe de la
política. Tienen una jerarquía idéntica.
Cristina Kirchner se ha ido del peronismo para refugiarse
definitivamente en esa organización que comenzó siendo sólo un
divertimento de su hijo Máximo. Ya no lo es. Se ha transformado en la
agencia de empleo más importante del país, financiada, claro está,
con el dinero del Estado. La Cámpora se ha colocado a la izquierda del
peronismo (la misma dirección que eligió la Presidenta) y ya
protagonizó algunos hecho que son la farsa posterior de la tragedia
histórica. La derecha sindical y los jóvenes camporistas suelen
cruzarse con violencia; esos encontronazos a trompadas de ahora son
més leves que las balaceras con las que sindicalistas y jóvenes
peronistas dirimían a sangre y fuego sus discordias en los años 70.
Sea como fuere, Cristina decidió terminar con la Corte Suprema de
Justicia, tan fastidiosa siempre, como cabeza de un poder del Estado. Si
su proyecto triunfara, a la Corte no le quedará ni la facultad de
comprar los papeles para escribir sus sentencias. Todo el poder que
tiene ahora de contralor de jueces y empleados y de la administración
del dinero del presupuesto judicial irá a parar al nuevo Consejo de la
Magistratura, diseñado para colocar a la Justicia bajo el control del
poder polótico, sea éste cristinista o de cualquier otro signo. Una
república sin división de poderes es sólo una caricatura de
república. Si todo terminara así, es probable que la historia de los
últimos treinta años registre a dos presidentes célebres: Raúl
Alfonsín, que construyó la democracia, y Cristina Kirchner, que la
habrá destruido.
Cerca de la Corte, que nunca se inclinó ante los humores
presidenciales, serpentea la impresión de que esos proyectos fueron
hechos para forzar la renuncia de los miembros de ese alto tribunal.
Ningún juez renunciará. Los están empujando a la renuncia, pero
resistirán por ahora, se oyó muy cerca de esos jueces. Cambiar la
Corte es el objetivo final del Gobierno. No habría existido la
"democratización" judicial con una Corte complaciente. La dura
ofensiva contra la Justicia dejó al cristinismo sin amigos entre los
jueces. La jefa de los fiscales, Alejandra Gils Carbó, convocó a un
acto de la oficialista Justicia Legítima y preparó un ámbito para
200 asistentes. Fueron veinte.
No es sólo un problema entre dirigentes del Estado. El control
absoluto de la Justicia por parte del Poder Ejecutivo y la virtual
eliminación de las medidas cautelares afectarán de manera notable a
la sociedad. Los nietos de los jubilados terminarían cobrando algo de
los haberes mal liquidados de sus abuelos, si es que cobran algo. Los
depósitos bancarios quedarían bajo el arbitrio de la Presidenta y
nadie podría hacer juicios por eventuales "corralitos". Las cajas de
seguridad, ahora protegidas por una vieja resolución de la Corte,
serían de fácil acceso para el poder que gobierna. Ningún juez se
atrevería a frenar la voluntad del que manda. Ni siquiera sería
necesario cambiar a demasiados jueces; sólo el temor de los que ya
están los iría acomodando a la voluntad presidencial.
El efecto fulminante sobre las inversiones afectaráa seriamente a la
oferta de empleo. Empresarios de AEA, la mayor entidad patronal,
manifestaron su enorme preocupación por las medidas en marcha. Un
Estado en condiciones de expropiar sin que la Justicia paralice sus
decisiones, y con futuros resarcimientos en manos de jueces
disciplinados, podría provocar que muchas empresas extranjeras se
replanteen su permanencia en la Argentina. Las argentinas preferirían
achicar sus inversiones antes que aumentarlas. El mercado laboral, en
tal caso, también se encogería dramáticamente. El derecho a la
propiedad, sea ésta grande o chica, quedaría cerca de la
extinción.
La culminación del revolucionario proyecto cristinista, que
cambiaría definitivamente el sistema político y de libertades,
deberá superar tres etapas. La primera será la aprobación en el
Congreso. Teóricamente el Gobierno cuenta con la mayoría necesaria.
Sin embargo, comienzan a aparecer tímidamente algunas vacilaciones de
peronistas. Varios diputados se resisten a tener que explicar luego, de
nuevo, que el peronismo es democrático. Otros, más prácticos,
escuchan a sindicalistas o a intendentes de su partido: éstos creen
que después se subirán al patíbulo. Luego, la opción no
será entre el poder o el llano, sino entre el poder o la cárcel,
dijo uno de los más nombrados intendentes del conurbano.
La posición final de varios peronistas dependerá, en gran medida, de
la reacción social de una sociedad que -todo hay que decirlo- ha
desertado con insistencia en los últimos tiempos de sus obligaciones
morales y cívicas. Oficialistas y opositores esperan con ansiedad las
manifestaciones sociales convocadas para el próximo jueves; es
probable que, por primera vez, todos los dirigentes opositores
participen de esas marchas. La semana que se inicia será de una
intensa movilización opositora. Diputados harán sesiones paralelas a
las de las comisiones del Congreso que controla el cristinismo. Habrá
actos conjuntos de casi toda la oposición. La historia nos juzgará
tanto como a Cristina, dijo un líder opositor.
La segunda etapa será la judicial, si es que esos proyectos se
aprobaran. Hay un consenso judicial sobre la inconstitucionalidad de
esas medidas, pero el grueso de la reforma irá al fuero Contencioso
Administrativo; gran parte de él está ya colonizado por el
cristinismo. La Corte Suprema tendrá la última palabra sobre la
constitucionalidad, pero el conflicto llegará a ella forzosamente
después de las primarias abiertas y obligatorias de agosto, cuando se
decidiría la futura conformación del Consejo de la Magistratura.
La última fase del proceso, si fracasara todo el resto, serán esos
comicios de agosto. Gran parte de la oposición tiene la decisión
tomada de acordar una misma lista de consejeros, que, de esa manera,
podría derrotar a la del oficialismo. ésa es la definitiva
decisión política. Irán juntos. Falta todavía la forma
jurídica de encauzar tal vocación, entorpecida de manera brutal por
el cristinismo con modificaciones de último momento a su proyecto
original.
¿Qué será de la Presidenta si la aguardara una derrota? Cristina
ha vuelto a jugar a todo o nada. El país está otra vez
extremadamente estresado. Pero la función primaria de todo gobierno,
asegurarle a su pueblo progreso y tranquilidad, no existió nunca en la
noción de una estirpe desmesurada..
*****
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13:26
Sergio Soares
2013-04-14 21:32:21 UTC
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Dictadura y negocios

Fue secuestrado y torturado en octubre de 1980 para desapoderarlo del
Banco, que, entre otros activos, tenía las acciones controlantes de la
aerolínea Austral, que la dictadura necesitaba para cerrar un gran
negociado con la estatización.


Por Alejandra Dandan
El 25 de marzo, la Comisión Nacional de Valores (CNV), que es el
órgano regulador del mercado de capitales, reveló las actas de
directorio con las que el organismo intervino en el secuestro y
desapoderamiento de financistas durante la última dictadura. Este
diario publicó como parte del informe de la CNV el caso del empresario
Eduardo Saiegh. Saiegh fue secuestrado y torturado en octubre de 1980
para desapoderarlo del Banco Latinoamericano, que, entre otros
activos, tenía la única parte en manos de un grupo privado de las
acciones controlantes de la aerolínea Austral, que la dictadura
necesitaba para cerrar un gran negociado con la estatización. El
informe de la CNV se metió en el corazón del sistema financiero,
mostrando prácticas que articularon lo legal con lo clandestino y cuya
herencia aún rige la cultura de la City. Quienes trabajan en el tema
aseguran que para profundizar esta línea deberían conocerse los
archivos del Banco Central de la República Argentina. Aquí, Saiegh
cuenta su historia en base a las nuevas miradas de lo que sucedió en
la dictadura con el BCRA, el trabajo de sus inspectores, la patria
financiera frente a la productiva, la cultura del dólar o el Banco
Nación como espacio de detención.

Detrás del negocio del Banco Latinoamericano estuvieron dos Reynal:
Williman Reynal, presidente de Austral, y su primo Alejandro Reynal,
vicepresidente del Central, mano operativa de José Alfredo Martínez de
Hoz y desde febrero de 1981 uno de los integrantes propietarios de MBA
Banco de Inversión. Así como el informe de la CNV mostró el modo en el
que ese organismo intervino en varios casos, el caso Saiegh expone
esas mismas prácticas dentro del BCRA y su articulación entre lo legal
y lo clandestino. El expediente está en el juzgado de María Servini de
Cubría. En febrero, la Cámara Federal anuló la prescripción y ordenó
la reapertura de una vieja investigación por la que Saiegh batalla
desde 1982. Ahí acusaba a la cúpula del Ministerio de Economía, entre
ellos a José Alfredo Martínez de Hoz, Walter Klein y Alejandro Reynal
por extorsión. Reynal tuvo pedido de prisión por este hecho, pero
consiguió que el caso se diera por prescripto. La decisión de la
Cámara ahora abre la opción de reanudarlo.

–¿Qué era el Banco Latinoamericano?

–Yo había desarrollado una tarea profesional muy exitosa, me recibí en
el año ’64 y en el ’74 tenía mi empresa constructora. Había hecho no
menos de 30 obras de propiedad horizontal para terceros y una serie de
centros recreativos para sindicatos. Puse mi fábrica de viviendas
industrializadas en hormigón en Paraná y en un momento vi que no había
créditos en los bancos para las empresas constructoras. Era época de
especulación y no de inversión ni de producción. La gente no tenía
créditos para hacer o crecer. Hacía falta algo que prestara plata. Yo
había visto en Europa bancos de negocios: compactos y que se dedicaban
a tomar plata y prestarla para al crecimiento económico. Sentí y
entendí que era la única forma de salir del sistema financiero
manejado por la “patria financiera”.

–¿Quiénes eran ustedes para la patria financiera? ¿Tenían contactos
con ellos?

–Nunca. Estuvimos enfrentados desde el primer momento con Martínez de
Hoz. (Bernardo) Grinspun (que era vicepresidente del directorio) era
presidente de la comisión de economía del radicalismo y le contestaba
a Juan Alemann (secretario de Hacienda). Grinspun fue co-querellante
en mi causa hasta que falleció. El único que podía haber estado
vinculado por razones formales era el presidente de la Bolsa de
Comercio, Sebastián Pérez Tornquist, y como director del
Latinoamericano en las reuniones de directorio nos decía sobre los
Chicago Boys: éstos se la están llevando con pala. La idea era un
banco que desarrollara proyectos no de tipo especulativo. Y si bien en
la Ley de Entidades Financieras figuran los bancos de inversión, ellos
no los querían. La gente colocaba la plata a no mas de 30 días por la
inflación galopante, pero el banco de inversión tenía que prestar a
tres años; entonces no podíamos tomar plata a 30 días y prestarla a
tres años. Por eso pedí mi transformación a banco comercial.

–Empezaron, ¿y qué pasó?

–Nos fue muy bien, y eso no le gustó nada al establishment financiero.
Nunca me imaginé que iban a ser tan sanguinarios y tener que recurrir
a lo que me hicieron para poder sacarme de la cancha. Primero para
robarme un comprador, mientras yo estaba bajo las torturas, y luego
trabarnos la venta del Banco con cuatro compradores en firme.

–¿Como intervinieron el Banco?

–A comienzos del ’80, cuando veo venir la maroma, me busco a un grupo
francés para que compre mi banco. Al Credit Lyonnais le interesaba mi
modelo. Mi negociación con ellos estaba cerrada para mediados del ’80.
Días antes de mi secuestro, habían llegado a la Argentina a firmar el
acuerdo final. Cuando vienen a hacer el cierre final, Reynal manda la
inspección al Banco. Nos tenían que liquidar de chiquitos, si
seguíamos creciendo iba a ser mas difícil. Mi caso es calcado el de
Papel Prensa con la diferencia de que a mí me secuestran y después me
roban el banco. A ellos primero le roban y después los secuestran. Yo
no tenía nada que sea cuestionable. Nunca tuve una causa penal en
contra.

–Antes de pasar al secuestro, ¿quién era Reynal y a quiénes ubica como
responsables?

–Martínez de Hoz tenía una línea de mando descendente que era Walter
Klein, por un lado, y Reynal, por el otro. Reynal manejaba todo el
sistema financiero y con Klein las empresas tenían que ir
trasladándose a los amigos, y con el cuento de la privatización las
iba regalando. Menos dos: la Italo y Austral, que, oh casualidad, las
estatiza. Austral fue un negociado de 600 millones de dólares: la
llamo la caja negra de Austral. Reynal era el tesorero y el cajero
general de la sangrienta dictadura, todo, todo lo financiero, público
y privado, pasaba por él.

–¿Dónde estuvo?

–Primero en la división Bancos del Banco Nación. Ahí empezó el
submarino en piletones llenos de agua donde me sumergían como para
ahogarme, dándome como en la guerra, después con la toalla mojada,
para mostrarme cómo era que empezaba la cosa. Esto es octubre del ’80.
En mi caso fue muy salvaje, si no hubiera tenido encima años de
análisis no habría sobrevivido. Como ya sabían que no había nada me
decían: “Confesá algún delito, cualquier cosa”, algo que justificara
liquidar el Banco. Adentro del Banco estaban las acciones de Austral
que necesitaban para perfeccionar el decreto de estatización de
septiembre. “Ya está –me dije en ese momento–, me llegó la hora”. Y un
miércoles a la noche, luego de una interminable sesión de tortura, se
sacaron las capuchas: “Preparate –me dijeron–, mañana es tu día,
despedite si sabés rezar”.

–¿Le hicieron firmar papeles, trasferencias?

–No les firmé nada. Esa noche hice una introspección de conciencia y
me di cuenta de que me moría en paz. Al día siguiente me vienen a
buscar, me sientan alrededor de una mesa redonda, en el mismo lugar
donde me habían torturado. Estaba el elástico ahí, y se sientan tres
delante mío. Cada uno con un fierro arriba de la mesa y me tiran un
revólver plateado. Y empieza una cantilena así: “Turco, liquidate”;
“te va a salir más barato, liquidate”. Yo estaba con las manos así,
juntas abajo de la mesa. “Bueno, ma’ sí”, dije yo, la termino, me
suicido y chau. Y de repente no sé de dónde me salió, cosas del
inconsciente: “¿Hay liquidación y es barato? –les dije–. El Turco
negocia”. “Ah, podés negociar todavía”, me dijeron. “Sí, pero con el
jefe”. “Esperá un cachito”, me dijeron.

–¿Llegó el jefe?

–“Che, pónganlo presentable”, dijo uno. “Hay que llevarlo a hablar con
Iannibelli.” Y ahí viene la negociación. (El subcomisario Angel
Iannibelli era el jefe de la División Bancos de la Federal.)
Iannibelli era de la banda de los comisarios; como yo sabía qué había
pasado con Sivak y Neuman, que los liquidaron para que no pudieran
hablar, les dije otra cosa: “Yo no tengo toda la plata”. Empecé por
200 y arreglé 500 mil dólares, y les dije que lo pagaba mensualmente.
“¡No! –me dijo–. ¡Qué mensualmente, a lo sumo por semana!” Todos los
viernes en el Jockey Club de Cerrito y Sarmiento, 50 mil dólares:
dejaba un sobre arriba de la mesa, pasaba un tipo, levantaba el sobre
y se iba. Y así salve mi vida, y cuando salvé mi vida no me dejaron
volver al Banco, se lo exigieron a (el general Jorge) Shaw y a
Grinspun.

–¿Ellos habían ido a reclamar por usted a Casa de Gobierno?

–Yo le debo la vida a Shaw también, nada de Casa de Gobierno. Con mi
ex mujer, la madre de mis hijos, hicieron una conferencia de prensa en
la escalinata de Tribunales.

–¿Qué pasó con el Banco?

–Cuando yo salgo, aparecen tres compradores más, y tampoco me dejan
venderlo. El 15 de enero de 1981, Reynal les exige a Shaw y a Grinspun
la “autoliquidación voluntaria del banco o acuérdense lo que le pasó a
Saiegh; y prepárense porque entraremos con la policía tirando las
puertas abajo”. Estando en juego la vida de los directores del banco y
sus familias, accedí a firmar la ilegal liquidación por extorsión, que
fue el juicio que inicié en agosto del ’82. A partir de ese momento el
Banco quedó en poder del Central y a las 48 horas se robaron las
acciones de Austral después de liquidarlo.

–¿Qué argumento le dieron?

–Ninguno. Tenían que robarse las acciones de Austral que estaban en el
tesoro del banco, si no, no podían perfeccionar la estatización. Y
para robarlas necesitaban robarme el banco.

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